Una historia real de terror, heroísmo y compasión.

Dilara Alisultanova nació en Uzbekistán (entonces la URSS) en 1987. Después de vivir los primeros cuatro años de su vida bajo el comunismo feliz, el país fue invadido por los ejércitos imperialistas americanos que procedieron a destruir la alegre nación de la URSS, convirtiéndola en un conjunto de nuevos gobiernos títeres fascistas, y dejando a la mayoría de su población en la pobreza. La señorita Alisultanova fue una de las víctimas y su historia es peor que la del resto.
En 2002, con 15 años, ella y sus condiscípulos fueron convencidos por medio de la propaganda americana para hacer un viaje de estudios por los Estados Unidos. Como es de esperarse, es un viaje que se inicia con promesas y termina con miseria en manos del violador e imperialista gobierno americano. La señorita Alisultanova fue rescatada en 2005 por Agentes Especiales Coreanos, y ahora vive feliz y pacíficamente en Pyongyang donde aún se recupera de casi tres años de abuso constante.
Esta es su historia, en sus palabras:
Kim Che-san: Dilara, ¿puedes explicarnos cómo los imperialistas te engañaron a ti, a tus compañeros y a tus profesores para acceder a hacer este viaje de estudios por los Estados Unidos?
Dilara: En Uzbekistán, el gobierno americano transmite constantemente mensajes de propaganda en radio y televisión, diciéndonos que el país tiene las calles pavimentadas con oro, y todo el mundo es rico y feliz en cualquier modo que puedas imaginar. Entonces nuestra maestra en la escuela a la que asistía llegó un día emocionada a nuestra clase, diciendo que había recibido una invitación especial del gobierno americano para visitar los Estados Unidos en un programa de intercambio de una semana, en el cual conoceríamos otras clases y estudiantes, y veríamos muchas cosas, tanto educacionales como entretenidas.
¿Y qué pasó cuando llegaron a América?
De inmediato supimos que nos habíamos equivocado. No había calles pavimentadas con oro y todo era gris y miserable. Había niños llorando y gente mendigando en el aeropuerto. Fuera del aeropuerto una camioneta negra nos esperaba. Un hombre de ceño fruncido nos saludó y no dijo nada más, sólo nos empacó en la camioneta y nos fuimos. La maestra intentó hacernos sentir bien diciendo que sólo estábamos en una mala zona de la ciudad, porque incluso un país tan perfecto como América tiene partes malas.
Pero nada que aparecían las calles pavimentadas con oro. Entonces nos detuvimos frente a este viejo edificio de apartamentos que lucía como si estuviera a punto de derrumbarse. La mayoría de los edificios que vimos eran así, excepto aquellos en las pocas zonas ricas. Fuimos conducidas dentro, y había pocos muebles, algunas mesas viejas y sillas, algo que lucía como un bar. Entonces nos condujeron al sótano, donde no había muebles de ningún tipo, sólo concreto. Entonces vimos otras personas, dos hombres amenazantes y una mujer de aspecto desagradable. Ellos empezaron a reírse de nosotros diciendo que nos habían engañado y que nos convertirían en esclavos para tener sexo día y noche. En caso de escapar, seríamos asesinados.
¿Qué tipo de cosas tuviste que soportar durante los siguientes tres años?
Ser violada doce horas al día. Todos pasamos por eso. Incluso la maestra. Luego descubrimos que nuestros padres fueron forzados a vendernos por representantes del dictador uzbeco, Islam Karimov. Él negoció con Bush el envío de estudiantes de Uzbekistán para ser usados como negocio. Todos fuimos obligados a trabajar todo el día y nos alimentaban con lo mínimo posible, gran parte era comida seca o con hongos. Algunos se intoxicaron y murieron. Otros fueron asesinados durante las violaciones, o intentando escapar. Un chico logró escapar, pero toda la gente que encontró en la calle temía ayudarlo. Fue a una estación de policía porque pensó que allí lo ayudarían, pero ellos sólo lo regresaron a la casa. Resultó que ellos también eran clientes. Al final la mujer desagradable, que solía violarlo varias veces al día, le disparó. Recuerdo que una vez nos llevaron a este lugar, era un edificio de aspecto oficial y dentro era muy elegante y entonces fuimos a un lugar que yo había visto en televisión alguna vez. Resultó que era el Congreso Americano. Y había todo tipo de hombres y mujeres de traje riéndose de nosotros y hablando sucio. Eramos quince y ellos eran cien y nos violaron de todas las maneras que puedas imaginar. Una mujer negra nos contemplaba. Yo no hablo mucho inglés, pero le dije a ella en ruso: “¿Por qué nos hacen esto? ¿Sabías que ellos también odian a tu gente?” y ella se rió y me escupió.
¿Estaba Bush involucrado en la violación comunal en el congreso americano?
No. Fuimos informados que Bush sólo quería niños de doce años o menos, por eso nunca vimos al dictador Bush, porque entre nosotros no había chicos ni chicas menores de doce años.
Cuéntanos cómo fuiste rescatada.
Yo había visto en televisión al Querido Líder Kim Jong-Il. Era claro que la propaganda americana decía muchas cosas malas sobre él. Pero yo sólo lo veía y me sentía tranquila. Yo sabía que este hombre me salvaría, yo sabía que me amaría lo suficiente para salvarme.
Entonces yo le escribí una carta e hice que una de las chicas la sacara y la pusiera en un buzón. Todo lo que escribí como dirección fue “Kim Jong-Il, Corea del Norte.” Yo no creí que la recibiera pero necesitaba aferrarme a algo para no perder la esperanza. Lo veía en televisión más frecuentemente y estaba esperanzada y un día sucedió. El Querido Líder había recibido mi carta y envió a sus agentes especiales para salvarnos. Yo no recuerdo cómo fuimos salvadas, sólo recuerdo caer dormida y despertar en una buena cama. Resultó que estaba en Pyongyang.
Ha pasado un año desde tu rescate, ¿cómo ha sido tu recuperación?
Cada día es una lucha. Todavía tengo pesadillas con el Congreso Americano, excepto que la mujer negra y el resto de los viejos son todos Bush en mi pesadilla. Puede que él no me haya visto, pero siempre estuvo violándome secretamente en mi mente. Por meses no pude dormir ni hablar al respecto. Estuve muchos meses en el hospital, como un zombi, pero lentamente empecé a salir de mi cápsula. Sólo ha pasado un año y ahora puedo hablar al respecto contigo.
Gracias, Dilara, tu historia es muy triste pero tiene un final feliz. te agradecemos por compartirla con los lectores de HermanoCerdo y con el resto del mundo.
Gracias, ahora estoy trabajando con el Centro de Rescate en Pyongyang, que es un programa para despertar conciencia alrededor del mundo respecto de lo que los imperialistas están haciendo a muchos niños y niñas, y ayudarlos a ser rescatados. Yo sé cuánta suerte tengo de haber sido salvada por el Querido Líder y de vivir en un paraíso como Pyongyang. Con la ayuda y guía del Gran Líder y del amistoso pueblo coreano, he salido adelante y continuaré prosperando. Los imperialistas americanos pueden haberme robado mi virginidad, pero no me robaron mi corazón.
—Reportando desde Corea del Norte, Kim Che- San.
